¿Qué son las terapias contextuales?
Cuando nos planteamos la posibilidad de empezar un proceso de terapia y nos adentramos en el mundo de google para buscar un terapeuta, podemos acabar con mas dudas que respuestas. Vas a encontrarte con un montón de modelos, protocolos, ramas de trabajo…¿te suenan ya los términos psicoanálisis, terapia cognitiva, conductual, humanista, holística, sistémica? Entiendo que esto sea confuso…
Créeme, cuando yo terminé la carrera y empecé a preguntarme en qué especializarme, también fue confuso para mi. En muchas ocasiones a los profesionales de la psicología se nos anima a formarnos en “un poco de todo”, por lo que es habitual leer en el perfil de muchos profesionales de la psicología que su enfoque es “integrador”, es decir, que han ido cogiendo un poco de allá y de acá de todas estas ramas y modelos que existen. A mi personalmente, esta opción nunca me convenció demasiado, ya que sentía que para alcanzar la maestría en algo, no solo tienes que conocer las herramientas, si no el porqué de esas herramientas, las raíces teóricas y filosóficas en las que se asentaban, la investigación básica que probaba la teoría… es decir, todo lo que da sentido al porqué y para qué aplicas esta herramienta u otra. Y eso, lleva tiempo. Así que durante un periodo, leí diferentes manuales de diversos modelos y enfoques, y finalmente me sentí conectada e identificada por el modelo al que he dedicado años de estudio, formación y práctica: la psicología contextual.
Deja que te explique de qué van las terapias contextuales con un ejemplo: imagina que caes en un pantano de arenas movedizas, y comienzas a agitarte y sacudir brazos y piernas tratando de salir. En teoría, tiene sentido hacer eso ya que en el 95% de los casos cuando caemos o nos enredamos en algo de lo que queremos deshacernos (un charco, un matorral…), mover los brazos y las piernas suele sacarnos del problema. Pero ¿sabes qué? Eso no pasa con las arenas movedizas, de hecho en las arenas movedizas, cuanto mas tratas de salir levantando piernas y brazos en posición vertical, mas presión ejerce tu cuerpo hacia abajo, aumentando la fuerza de succión y hundiéndote más. Así que luchar de esa manera contra las arenas movedizas, acaba drenando tus energías en una batalla interminable que empeora la situación ¿Te recuerda esto a todos los intentos que has hecho hasta ahora para deshacerte de ese pensamiento o sensación doloroso, y sentir que con el tiempo solo va en aumento y empeora tu vida? Ciertamente muchas situaciones por las que pasamos pueden parecerse a las arenas movedizas.
En el modelo contextual, consideramos que los pensamientos o sentimientos difíciles que experimenta una persona (nuestras propias “arenas movedizas”) no son necesariamente la causa del aumento de su experiencia de sufrimiento ni de sus problemas de comportamiento. De hecho, consideramos que embarcarse en una lucha contra lo que uno siente y piensa puede ser tan agotador e inútil como tratar de salir pataleando de las arenas movedizas.
Siguiendo con el ejemplo anterior, el problema no sería la presencia de arenas movedizas, o tú por haberte caído en ellas, el problema está en cómo te relacionas con las arenas movedizas. Cambiando tu relación con esas arenas viscosas y pegajosas ¡se puede salir! De hecho los expertos aconsejan que si caes en un pantano de arenas movedizas, lo mas útil es moverse muy despacio, tratando de acostarte en las arenas movedizas. Al colocarte sobre ellas en posición horizontal, aumentas tu superficie de contacto de manera que la succión es menor y puedes mediante pequeños movimientos llegar a la orilla, o sería mas fácil para alguien que te eche una mano tirando de ti con una cuerda. Pero ¿te diría tu sentido común en medio de una situación de pánico y metido ya hasta la cintura en unas arenas movedizas, que te tumbes y estés por completo en contacto ellas? Seguramente no, y eso no es culpa tuya ni supone que tengas ningún tipo de trastorno mental. La mente funciona así. También con la propia gestión de nuestros pensamientos y sentimientos, la mente nos dice que hagamos algo para deshacernos de ellos que en muchas ocasiones, no funciona o solo empeora nuestra situación.
La buena noticia es que existen recursos y habilidades que puedes aprender y que te van a hacer un maestro en lo de pasar por las arenas movedizas de la vida de la mejor manera posible, para conseguir vivir plenamente. Incluso puedes llegar a llevarte bien con esa parte de la mente que a veces te da instrucciones poco prácticas.
El objetivo de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), enmarcada dentro del modelo contextual es cambiar la relación que tenemos con nuestros mundo interno para reducir el impacto y la influencia de los sentimientos y pensamientos dolorosos (aceptación) y al mismo tiempo orientar nuestras acciones de manera útil para construir una vida rica, satisfactoria y valiosa (compromiso).
La terapia de aceptación y compromiso (ACT), va de actuar. En última instancia nuestro objetivo es conseguir que una persona actúe de manera coherente con lo que valora, con la persona que quiere ser y con cómo quiere vivir su vida. Claro que puede ser de ayuda saber por qué pasa esto o lo otro, pero saber sin que nada cambie, no parece algo muy útil cuando uno siente que está atascado en una vida que no le gusta. Y ahora que sé lo que me pasa ¿qué? Saber no es hacer. Por ello ACT es una terapia que implica no solo conocer los conceptos, si no fundamentalmente, el entrenar habilidades prácticas. Embarcarse en un proceso de terapia no es sencillo, implica el compromiso con dedicar tiempo y energía para involucrarse en la práctica de herramientas y el entrenamiento de habilidades dentro y fuera de las sesiones. Pero sin duda, también es uno de los regalos mas grandes que puedes hacerte a ti mismo.
El modelo contextual engloba, además de la Terapia de Aceptación y Compromiso, la Psicoterapia Funcional – Analítica, y la Terapia Centrada en la Compasión. También estoy formada en estas dos ultimas terapias, ya que encajan y se complementan perfectamente con la Terapia de Aceptación y Compromiso, al compartir las tres una misma raíz teórica y de investigación básica.